Una mirada sobre los documentales de la Competencia Argentina. Nota por Nicolás Feldman

Jun 18, 2018

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Dentro del género documental se suele confundir la realidad con una porción segmentada de la misma subjetividad de un realizador. Los hechos nunca son exactamente como suceden porque en definitiva la realidad varía dependiendo de quién decida filmarla, y hasta de la misma interpretación personal que hace cada espectador sobre una misma obra.

Siguiendo esta misma línea tradicional documentalista, films como Crimen de Las Salinas y Raídos toman como eje la responsabilidad moral de representar realidades, pero sin caer inevitablemente en la mirada sesgada. En estos casos puntuales, los hechos son contados desde la plena subjetividad de los retratados.

En el film de Lucas Distéfano, se hace patente que las entrevistas personales en el mismo lugar de los hechos buscan respuestas más certeras que las obtenidas burocráticamente por la Justicia. Es así que uno de los casos de homicidios más recordados de Córdoba adquiere otro significado cuando los mismos habitantes del pueblo de San José de las Salinas opinan abiertamente desde la observación de sus vecinos. Circunstancias como la clase social, los rumores barriales y las mismas vivencias de los entrevistados se ponen en jaque para crear una versión paralela del mismo relato. Aquí la subjetividad del director sólo se limita a la elección de sus actores, ya que son los mismos residentes los que dan forma al ensayo de Distéfano.

Por otro lado, en Raídos Diego Marcone (ganador de la Mención Especial del jurado) hace hincapié en la estricta observación de su campo de estudio. La forma en que se reproduce la cotidianeidad de los campesinos misioneros de la yerba mate surge a partir de las imágenes y la intimidad de un grupo de jóvenes con sueños y penurias propias. Los diálogos directos son escasos porque es la espontaneidad de estos agricultores lo que legitima a la cámara como un personaje más, sin intermediarios para el espectador y los protagonistas.

Hasta ahora la realidad es lo que el director analiza desde su lugar ajeno como investigador. En otros trabajos documentales de la sección se dejó de lado la postura solemne del simple enlace entre el público y la visión individual de los hechos para involucrarse sin reparos en la tarea de estudiar un suceso, una comunidad o simplemente una persona. En estas obras el análisis parcial llega a rozar la observación introspectiva. El director se analiza a sí mismo a partir de las imágenes y no al revés.

Crespo (La continuidad de la memoria), de Eduardo Crespo, puede que sea uno de los casos más representativos que se pudieron haber visto durante el festival. Un experimento abiertamente explicado como tal por su autor, que va mutando de un simple homenaje a la ciudad de Crespo, Entre Ríos, para convertirse en la evocación del recuerdo de su padre. Pero son las enseñanzas y la sabiduría que todos los habitantes del pueblo afirman haber tomado de él, lo que indican que el objetivo principal del director sea persistir la memoria de su infancia a través de lo que filma.

Otro caso parecido es El teorema de Santiago, de Ignacio Masllorens y Estanislao Buisel, que -partiendo del entrañable personaje que es el director Hugo Santiago- narra los entreveros del rodaje de El cielo del Centauro. El oficio del cineasta, el caos de la filmación y la particular filosofía de Santiago como realizador nos hacen partícipes de un clásico making of con esencia de cátedra de cine. Y es en ese intercambio constante de anécdotas y reflexiones que se percibe la admiración con la que los autores hicieron esta película, demostrando que mientras se note la pasión genuina, una obra puede funcionar sin importar la poca familiaridad que tenga el público con el tema.

Este tipo de pasión intrínseca se puede ver también desde el rol de un simple observador, como sucede en Solar. Allí su director Manuel Abramovich intenta contar la historia del presunto niño prodigio Flavio Capobianco y su libro best seller en los años 90, desde un lugar más bien distante. Sin embargo, este simple proyecto termina siendo mucho más interesante como fracaso que como documental familiar, tal como fue planteado originalmente. Algo que se ve cuando el director se involucra más de lo debido y aparecen en escena los conflictos entre Flavio y su hermano, sumados a la influencia de una madre avasalladora. La pasión en este caso no proviene del mismo realizador, sino del conflicto que subyace detrás de las imágenes editadas en el corte final.

Los tres films anteriores ponían al director en un lugar de compromiso íntimo, pero siempre desde un espacio secundario en donde el objeto de estudio es el otro. Lo interesante es cuando el autor deja de ser un simple espectador y se pone como el eje central de análisis al servicio del público. En estos casos la conclusión no viene previamente digerida por parte del director, sino que somos nosotros los únicos jueces de valor dispuestos a hacerlo.

Nicolás Feldman, Argentina

El éxito no es la clave de la felicidad. La felicidad es la clave del éxito.” Amo trabajar en los medios y es por eso que veo el éxito como la certeza de que trabajaré de lo que estudié toda mi vida.

Es Locutor Nacional. A lo largo de los últimos dos años formó parte de la redacción de tres portales web sobre cine. Entre ellos Cinefilia.tv, Bolsa de trabajo en cine y finalmente Proyectorfantasma.com, en donde actualmente se desempeña como crítico y redactor. Gracias a este sitio tuveço la experiencia de cubrir como cronista el 16º BAFICI y el 29º Festival internacional de cine de Mar del Plata. En este momento está finalizando la Licenciatura en comunicación social en Universidad Nacional de La Plata.

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