Crítica de Viviré con tu recuerdo, de Sergio Wolf Competencia Oficial Internacional BAFICI 2016. Por Rodrigo Torrijos

Jun 18, 2018

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“Recordaré, de tu pasión, la inmensidad,
Recordaré, la imagen fiel que me adoró,
Evocaré, de tu mirar, la suavidad
Y soñaré que aquel ayer no se alejó.”

 

 Letra de Viviré con tu recuerdo

Sergio Wolf dirige, produce, investiga y co-edita Viviré con tu recuerdo, largometraje documental estrenado en la 18ª edición del BAFICI, festival al que estuvo vinculado primero como programador y luego como director artístico.

La inclusión de Viviré con tu recuerdo como contendiente en la relevante Competencia Internacional se prestó para desatar polémicas insípidas. Temerarias acusaciones -de 140 caracteres de profundidad- que sentenciaban como una “auténtica falta de elegancia” al estreno de la tercera película de Wolf en el festival del que fuera parte fundamental en el pasado.

Pero afinidad y cercanía salvan distancias diferentes. La afinidad al BAFICI se define en una apuesta por unos tipos de cine determinados, que desde su mirada Wolf ayudó a posicionar y cimentar en su contacto con la audiencia. La cercanía instituciona,l por el contrario, es inevitable pero habiendo visto finalmente la película podemos asegurar que de esto, se defiende sola. Habla con su propia voz, aunque probablemente hable demasiado.

Viviré con tu recuerdo se presenta como la cara B del documental estrenado por Wolf en el 2002, Yo no sé qué me han hecho tus ojos, en el cual los codirectores (Wolf y Lorena Muñoz) se convierten en detectives encargados de solucionar el enigma de Ada Falcón, develando la razón por la cual Ada abandonó la vida musical, para recluirse en una comunidad religiosa y dedicarse a la oración.

En Viviré con tu recuerdo el interrogante se presenta impulsado más por la casualidad y el capricho que por la urgencia, blindando a la cinta con un tono de antojo que la sumerge en ciertas pretensiones autorales con gran afinidad al espíritu del BAFICI.

La reaparición de material visual bruto de la entrevista original a Ada Falcón, que por accidentes de la vida y la carretera no pudo ser usado en el montaje definitivo de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, impulsa una carrera paradójica, en la que la oralidad se convierte en el recurso cinematográfico agotado por el director/protagonista para buscar ese dialogo perdido, la pista auditiva que da sentido a las imágenes.

Las imágenes irían a pasar a una casa museo dedicada a Falcón, que Wolf interpreta surgió a partir de su documental pasado. Ofrece la posibilidad de ubicar de nuevo la entrevista perdida, pero aun ante la negativa del encargado del museo, Wolf emprende la cacería por el dialogo ausente.

Wolf se encarga de recalcarlo en cada ocasión posible. Lo verbaliza, lo indica a cada una de las personas que se vinculan, fallida y anecdóticamente a su búsqueda, a ese camino de esfuerzos infructuosos que nos recuerda a los principios básicos de los gurúes de guiones cinematográficos producidos a la sombra de algunos esquemas tipo “lo intenta, una y otra vez”.

También lo poetiza impostando su voz fuera de campo, lo intelectualiza en su comparación con textos, y lo retoma como montajista en los momentos en que otros mencionan o definen su misión. Como si necesitará justificar para sí mismo la existencia de una obra “ligeramente apócrifa e inevitablemente autorreferencial”.

Wolf pide la palabra y se la queda. Siendo tan enfático y reiterativo como la música que atraviesa la cinta, a la cual da respiro en algunos pasajes, en donde uno podría asegurar que es él quien silva la melodía.

El silencio y la pausa se van apoderando de la película, sacándola de su lógica parlanchina, dando prioridad a momentos de exploración visual, en los que el desarrollo del proceso -desde su fase artesanal-, se toma la pantalla. Estos momentos concuerdan con una mayor elaboración en el plano para la cámara, definición, iluminación y aportan nueva vida a un discurso accidentado y rápidamente agotado.

La conformación de la imagen cinematográfica, a través de efigies estáticas en la moviola constituye el principal espectáculo visual desarrollado en Viviré con tu recuerdo. Las luchas técnicas de lo que no llega a ser película, de la vida y el esfuerzo que se justifican para quedar fuera de campo se hacen tangibles.

Esos instantes en silencio en los que las fotos se alternan y se convierten en los labios que se mueven, revelando el secreto, son como escucharse respirar. Nos recuerdan que en su mayoría el cine está hecho de capricho, de obstinación, de búsquedas narcisistas, pero aun así las verdades calladas emergen, mas allá de polémicas inocuas o criticas convulsas para recordarnos que lo que somos o fuimos son una simple afectación de las ilusiones del ego y la memoria.

 

Rodrigo Torrijos, Colombia

Me gusta trabajar, me gusta escribir, el cine me salvó la vida.

Editor del área de cine, televisión y cultura en Rolling Stone Colombia. Anteriormente Estratega digital de comunicaciones para el lanzamiento de películas colombianas como La Sirga, El Páramo o Ciudad Delirio y de festivales de cine como Festival Internacional de Cartagena de Indias, Bogoshorts o instituciones como Proimágenes Colombia, también de proyectos de exhibición como Cine Tonalá Bogotá. Graduado en cine con especialización en guión. Anteriormente fui rockero, carga cables y trabajé en una agencia de publicidad llamada Young Marketing.

 

 

 

 

 

 

 

 

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