“Realidades del cine brasileño” por Virgilio Souza

Jun 15, 2018

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Tres prestigiosos profesionales de la industria audiovisual (el asesor internacional de la ANCINE, Eduardo Valente, la productora Vânia Catani y el director y programador Gustavo Beck) compartieron el escenario en el auditorio de la Universidad del Cine para discutir la situación actual del cine brasileño. El encuentro formó parte de las actividades del Talents Buenos Aires, que se realizó en el marco del  BAFICI 2015.

Asumiendo una postura pragmática y oficial, Valente dio inicio al debate señalando la coproducción como “el camino natural para que el Brasil se haga internacional”, dando continuidad a su exposición con una serie de datos indicativos del avance en esa área: desde el significativo incremento en el número de producciones en colaboración con países vecinos hasta el creciente porcentaje de participación de películas brasileñas -en términos de taquilla-, pasando por la presentación de la nueva convocatoria de la ANCINE, direccionada a la cooperación regional, que será lanzada en mayo.

El principal objetivo de la agencia en ese segmento, según Valente, es estimular a los productores brasileños a explorar las posibilidades de trabajar con y exhibir en Latinoamérica, pero yendo también más allá del continente e incluso facilitando la participación en festivales y en laboratorios de proyectos, generalmente vistos como un medio rápido y directo de acceso a otros territorios y circuitos, sobre todo por realizadores más jóvenes como los que le participaron de la charla.

De entre los ejemplos citados, el más reciente y quizás más destacado fue el recién seleccionado para la Semana de la Crítica de Cannes, La patota, largometraje dirigido por Santiago Mitre realizado como coproducción mayoritaria argentina, por medio de la colaboración entre la agencia brasileña y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). La coproducción fue presentada al mismo tiempo como una oportunidad y un desafío para Brasil, país que, a pesar de los esfuerzos recientes, se encuentra todavía bastante aislado del resto del continente por diversas razones, entre las cuales Valente destacó el idioma, la extensión geográfica y la existencia de un público muy grande por conquistar. “Hacer con que la gente vea películas brasileñas es una lucha en sí misma”, aseguró.

Vinculada al largometraje de Mitre por intermedio de Bananeira Filmes, y una de las ganadoras de la mencionada convocatoria de la ANCINE para el fondo de coproducción con Argentina, Vânia Catani hizo coro al razonamiento de Valente afirmando que el cine brasileño lucha para ser respetado incluso dentro de su propio país, pero también reconoció avances importantes, alabando los esfuerzos de la agencia oficial. Según ella, sin embargo, la idea de la integración regional no es un tema simplemente económico o de fomento por convocatorias: es necesario un bloque cultural y políticamente fuerte para que se cambien situaciones que no dependen exclusivamente de los institutos de cine, tales como la exagerada burocracia que impone restricciones a las colaboraciones en territorio extranjero. “Enviar plata para una película fuera del país es como enviar plata para una fábrica de zapatos”, dijo ella, refiriéndose a cuestiones legislativas, fiscales y cambiarias que dificultan la propia lógica del fomento.

Aún en lo que respecta a la superación de esas fronteras, la productora dijo que en festivales fuera del continente americano “los europeos nos consideran como un bloque, pero hace muy poco tiempo nosotros [los profesionales latinoamericanos] ni siquiera nos conocíamos”. Según ella, es absurdo, por ejemplo, ir a Europa y no conocer los realizadores argentinos que están allá, hecho que refuerza la importancia de la convivencia que ocurre durante los procesos de coproducción. Cómo ejemplo, comentó la experiencia de trabajar al lado de Lucrecia Martel en la adaptación al cine de Zama, libro del también argentino Antonio Di Benedetto: “Trabajamos como si fuera una película de las nuestras porque [sentimos que] era nuestra.”

Bromeando con su propia ponencia, realizada entre el español y el portugués, Catani añadió un comentario sobre la necesidad de hablar el mismo idioma: “Está bien que hablemos inglés con quien no conoce nuestra lengua, pero aquí [entre latinoamericanos] es político que se hable incluso el portuñol”.

El tercer participante del encuentro, Gustavo Beck se presentó bajo la premisa de que “hacer cine exige una posición” sobre qué tipo de cine se quiere hacer, con quién se desea trabajar y a quién se lo quiere difundir. Siguiendo esa línea de pensamiento, enumeró algunos de los problemas enfrentados por realizadores brasileños en el momento de proyectarse al exterior: la falta de calma para madurar determinados proyectos, la idea de que ciertas plataformas buscan sólo lo que se puede vender fácilmente en el extranjero y la percepción de que muchos cineastas parecen no ver cine antes de hacerlo, hecho que, si se lo piensa en consonancia con la idea de la inserción regional y del razonamiento de Catani sobre el intercambio de experiencias y miradas en Latinoamérica, parece todavía más pertinente.

El mismo un cineasta, Beck argumentó sobre la importancia del timing y del posicionamiento de determinadas producciones en el circuito de festivales: según él, un realizador debe buscar “percibir cuál es el momento más oportuno para entregar una determinada película al mundo y en qué lugares debe producir y exhibir su trabajo”. Su concepto está basado en la idea de que no sólo hay perfiles diferentes en términos de selección y programación, sino también algunos laboratorios de desarrollo que cambian los trabajos de manera a aumentar las posibilidades de venta: “Existen advisors que hacen las películas que quieren exhibir”, dijo Beck.

Entre consideraciones de orden práctico e intervenciones más conceptuales, el debate ha traído a la luz la percepción de que existe potencialidad e iniciativa en el proyecto de inserción internacional -específicamente latinoamericana – del cine brasileño. Aunque ese proyecto sea aún incierto e incipiente, queda claro que los desafíos pasan por buscar la necesaria inserción internacional, pero sin perder la identidad.

 

Virgilio Souza, Brasil

Su experiencia como crítico cinematográfico tuvo inicio en 2009, cuando fue invitado a publicar artículos semanales en el sitio web Pipoca Combo, especializado en blockbusters y premiaciones. “publicaba reseñas cortas sobre producciones fuera de circuito, en un blog personal, y mantenía anotaciones sobre las películas que asistía en cuadernos, por influencia de mi padre, cinéfilo. El deseo de escribir sobre producciones más allá del mainstream me guió al B33P y, enseguida, al Ovo de Fantasma, sitios con enfoques distintos, pero que me ofrecían mayor libertad en la elección de pautas” En 2014, después de un año estudiando y trabajando con Cinema en Praga, fue contratado por el sitio Brainsortm 9 para acompañar semanalmente los lanzamientos del circuito brasileño.

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