Crónica de la mesa, “El cine argentino y la influencia generacional” por Gabriela Sandes
Crónica de la mesa, El cine argentino y la influencia generacional
Este texto se hizo en el marco del taller de crítica y periodismo Talent Press del 9º Talents Buenos Aires.
Con la participación de los realizadores argentinos Celina Murga (que acaba de estrenar La tercera orilla) y Ezequiel Acuña (Excursiones), y moderación del crítico Quintín (ex director del festival), la charla El cine argentino y la influencia generacional -organizada el 6/4 en el Centro Cultural Recoleta por el 9º Talents Buenos Aires en el marco del BAFICI- abordó importante tópicos relacionados los cineastas que surgieron a partir de la década del ‘90.
Según Quintín, existe un consenso acerca de la relevancia de la película La historia oficial, de Luis Puenzo, y su premiación con el Oscar, como gran influencia de este período: “¿pero qué pasó después?”.
Los dos invitados forman parte del Nuevo Cine Argentino, movimiento surgido entre mediados de los años ‘90 y principio del 2000, que trajo renovación y frescura al panorama de entonces. Para Quintín, “la generación de los ‘80 hacia un cine costumbrista a la antigua, descuidado técnicamente, con intenciones comerciales, reflejo de una especie de decadencia tanto del cine de autor, como del de los estudios”. Murga, Acuña y otros nombres como Adrián Caetano, Lucrecia Martel, Pablo Trapero, Daniel Burman y Juan Villegas, entonces egresados de escuelas de cine, rompieron con este patrón y trajeron nuevas propuestas estéticas, formales, técnicas y de contenido al cine nacional.
Para Murga, quien celebraba su 41º cumpleaños el día del evento, el movimiento fue producto de una época en la que hubo “una suma de elementos que contribuyeron para el cambio radical en el escenario, entre los cuales debe mencionarse la aparición de la Universidad del Cine, de la revista El Amante y del BAFICI”. Tal confluencia hizo surgir, en su opinión, más directores (incluidas varias mujeres), más técnicos y más películas: un cine más visceral acompañado de una fuerza cinéfila.
Acuña, que como Murga produjo su primera película en el traumático 2001, opinó que todo se dio de una forma muy espontánea: “No había análisis crítico de lo que se estaba haciendo, tampoco Internet”. Pero la nueva generación se integró a un nuevo sistema de producción, gracias al surgimiento de la Ley del Cine y al inicio del financiamiento a proyectos por parte de fondos internacionales.
Actualmente, el país ya disfruta de una estructura industrial en movimiento, afirmó Quintín, con un promedio de más de 100 películas realizadas por año, formando un gran híbrido de obras y estilos. Como consecuencia, la novísima generación que está en marcha, entre la cual están los alumnos de Celina, “ya entra a la cancha sabiendo las reglas porque sus antecesores directos ya son profesionales, lo que permite que se integren a una rueda que ya está funcionando”.