Dos miradas sobre No, de Pablo Larraín por sergio López y Santiago Gonzalez TP 2013

Nov 28, 2017

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La revolución será publicitada

Por Sergio López

No, la cuarta película de Pablo Larraín, compitió este año por el Oscar en la categoría de film extranjero (que quedó en manos de Michael Haneke por Amour) y fue seleccionada para la apertura del 15o BAFICI. Cuenta un hecho histórico: el referéndum al que llamó Pinochet para validar popularmente sus intenciones de perpetuarse en el poder. Y lo hace desde la perspectiva de René (Gael García Bernal), creativo desembarcado en Chile que, cargado de ideas publicitarias modernas y de una no baja cuota de cinismo, se enrola en la campaña del No, la campaña de La Concertación.

Larraín elige para su relato una cámara que empareja la textura del film con la del material de archivo: pautas televisivas del año 1983. Pero esa cámara no aporta verismo, redobla el artificio. Los límites entre archivo, documento y ficción se diluyen en secuencias en las que los protagonistas de la campaña del No actúan de sí mismos, aunque, 30 años después.

Los spots televisivos de archivo nos abren una ventana a la historia del cine latino: el primero del Sí, propaganda fascista dura y pura; el primero de La Concertación, una pequeña muestra de cine político centrada en el horror de una dictadura. Con la entrada de René, ingresa el lenguaje publicitario, los slogans y el fin que justifica, ¡ay!, los medios: ́Chile, la alegría ya viene’. La publicidad funciona como una tercera posición, la de la victoria. Y, si bien se discute sobre el vacío o no de los spots en algún punto previo a su salida al aire, algún político de la concertación le echará en cara a René que su campaña es una campaña “del silencio”, la balanza se inclina por la estrategia de René y el mismo Larraín por un film un tanto formulario: comedia rebajada con bíter, coqueteos con el thriller político, tema dictatorial, una clara y reconocible estrella latina y un guión basado en una obra de Skármeta que le valieron a No, además de su resultado fotográfico, la clasificación a los Oscar.

Hay un influjo casi hipnótico en los archivos, la sensación de estar experimentando la Historia misma. Pero se trata de la historia de la propaganda inserta un film de ficción con una intención no poco didáctica (nótese el texto que antecede y enmarca el relato). Los spots de la franja del Sí ponen los pelos de punta, pero es una sensación ya experimentada. El nuevo horror se debe, se lo debo, a los de la franja del No. En la película vemos a los ideólogos pensando al destinatario de su campaña, cómo se valen para tal fin de sus prejuicios y cómo lo pintan de dos o tres brochazos bien gruesos. Esa es la imagen que No nos devuelve como ciudadanía, una capaz de derrocar a un dictador porque se le pegó un jingle televisivo.

En el mundo que postula el film, la propaganda es la sola causa del cambio en el rumbo de la Historia. La televisión, una vez terminada la campaña, es libre y prepara el desembarco de, sí, un culebrón de presupuesto inflado. Libertad, amarga libertad, parece resumir Larraín, y es en esos momentos cuando su película se aleja de la fórmula y se parece a la textura de sus propias imágenes.

 

Género y Vanguardia

Por Santiago Gonzalez Cragnolino

Dos apuestas del BAFICI 2013, dos declaraciones de principios: No, de Pablo Larraín (todas las películas de apertura lo son), y una nueva sección competitiva denominada Vanguardia y Género. Este énfasis puesto sin eufemismos en el rótulo de la nueva sección es, cómo se encargan de señalar los programadores del festival constantemente, una forma de dar más visibilidad a las apuestas más radicales y a aquellas que se encasillan en géneros, por lo general relegadas a las funciones de trasnoche.

La mencionada No es una inteligente articulación de ambas propuestas: el género y la experimentación. Enmarcada en el contexto histórico del Chile de 1988, en los días previos a un plebiscito que decidiría la continuidad del dictador Augusto Pinochet o daría lugar a las elecciones democráticas, la película de Larraín puede ser leída desde varios géneros. Puede ser tanto una película de época, cómo un discreto thriller político, cómo una comedia negra, y puede ser todas estas cosas a la vez.

Pero, si bien el director se atiene a las convenciones genéricas e incluso se lo puede vincular al clasicismo narrativo, es en su tratamiento del soporte material de la película donde esta encuentra su expresión de radicalidad. Las imágenes replican con sorprendente fidelidad la textura de videocassete. Este giro formal despierta la curiosidad y trastoca la experiencia, ¿son estas imágenes poco nítidas, casi primitivas, una alegoría sobre la difusa memoria histórica del pasado reciente de su país? Son quizás una afirmación sobre la relación entre la memoria y el consumo audiovisual y como este interviene sobre la primera. De cualquier forma No y sus destellos de U-Matic invitan a indagar sobre ella, a sumergirse en repetidas visiones.

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